¡Gracias, Señor!
También el Señor sufre con nosotros. Pero, en vez de ser agradecidos con Él, a menudo le decimos “gracias” con nuestra boca, mientras nuestro corazón está vacío.
Nuestros padres quieren que sus hijos estén bien todo el tiempo, que estén alegros y que les agradezcan por todo su esfuerzo y su sacrificio. Y cuando ven a sus hijos tristes, descontentos o frustrados, también ellos sufren.
Lo mismo pasa con nuestro Padre Celestial: Él nos da todo, pero siempre hay algo que nos mantiene descontentos. Es como cuando una madre satisface todos los caprichos de su hijo, pero este sigue sintiéndose insatisfecho y se lo reprocha.
También el Señor sufre con nosotros. Pero, en vez de ser agradecidos con Él, a menudo le decimos “gracias” con nuestra boca, mientras nuestro corazón está vacío. Nuestra alegría es la muestra más grande de gratitud que podemos presentar a Dios, porque Él nos libró de la tristeza y el pecado.
(Traducido de: Starețul Tadei de la Mănăstirea Vitovnița, Pace și bucurie în Duhul Sfânt, Editura Predania, București, 2010, p. 161)