Guardando la Palabra de Dios
La cultura de la Palabra lleva precisamente a eso que no se ve ni se oye. La Palabra de Dios viene del Reino de los Cielos, y no sólo nos guarda, sino que también nos lleva a ese Reino.
Empezamos guardando la Palabra de Dios, cultivándola al nivel en que nos encontramos. ¿Éticamente, la entendemos? Bueno, éticamente intentamos guardarla, pero quisiera llamar la atención en el siguiente aspecto: que nuestra mente no se limite a esto, que no busque sólo allí; no nos formalicemos buscando únicamente la vida. Hay una búsqueda espiritual que debe desarrollar el hombre. Hay un “¿por qué?”, un cuestionamiento que debe hacerse cada invididuo. Debemos entender el sentido y la esencia de las cosas. No se trata de respetar un “¡Haz esto y aquello, pero no preguntes por qué... sólo hazlo, porque así está bien!”.
Dios no le dijo a Adán: “¡No comas de aquel árbol, porque es malo!”. Al contrario, le explicó: “No comerás de aquel árbol, porque si lo haces, morirás”. Y vemos que de tal muerte fue que murió, aimque su cuerpo habría de vivir aún mucho más; sin embargo, su espíritu murió, porque se alejó de Dios y se enemistó con Él. En vez de alegrarse con la llegada de Dios, se asustó, se avergonzó y se escondió. Esas nociones de temor, de vergüenza y de ocultarse son muy grandes.
Así pues, que el hombre guarde la Palabra de Dios. Pero lo que hacemos es guardarla como se nos antoja. Por eso, quisiera exhortar a mis hermanos y hermanas a que entiendan, esperen y busquen en la oración mucho más de lo se nos apetezca hoy. Porque no se trata sólo de guardar una palabra-ética: la palabra no es un mandato moral, aunque tenga también este efecto, pero es sólo un efecto, y uno secundario. Es una Palabra de Vida. Guardando la Palabra de Dios, le damos la posibilidad a esta palabra que more y se desarrolle en nosotros. Y así es como descubrimos que es la Palabra quien nos cuida a nosotros.
Finalmente, ¿quién guarda a quién? ¿El hombre guarda la Palabra de Dios? Ciertamente, la palabra que guardo, a mí me guarda. Y no sólo me guarda, sino que me hace avanzar. ¿Cuánto? Dice la Escritura que el cuerpo y la sangre no podrían heredar el Reino de los Cielos, porque éste no está en el cuerpo y en la sangre, en la comida y en la continencia: es el Reino del Espíritu. Está escrito, también por parte del Apóstol Pablo, a quien se le revelaron muchos y profundos misterios, que: “Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman”. Si los ojos no han visto ni los oídos han escuchado, si no ha entrado al corazón del hombre, ¿cómo podríamos nosotros llegar a eso que no vemos ni oímos? Es algo que está tan lejos de nosotros, que nada de lo humano podría entenderlo. La cultura de la Palabra lleva precisamente a eso que no se ve ni se oye. La Palabra de Dios viene del Reino de los Cielos, y no sólo nos guarda, sino que también nos lleva a ese Reino.
(Traducido de: Ierom. Rafail Noica, Cultura Duhului, Editura Reîntregirea, p. 23-24)