Guías para la vida espiritual
“La salvación del alma implica un compromiso total y una fuerte voluntad de renunciar al pecado. Cuando el hombre no es firme y decidido, y no odia al pecado con todo su ser, las tentaciones y las caídas están a la orden del día”.
Cuando le preguntaron cuáles deben ser las virtudes del monje, el padre Jacinto Unciuleac dijo:
—La humildad. La humildad es la virtud que da luz a las demás virtudes. Si tienes humildad, tienes el fundamento de la vida espiritual. Sin humildad no puedes construir. La oración, si se cimenta en la humildad y brota de la humildad, brota sola; es como si el corazón cantara. Pero si no está asentada en la humildad, aunque te esfuerces, tu oración será como un metal hueco que resuena, como un címbalo que emite un sonido. En eso se convierte la oración del que no ora con humildad. Se queda en un nivel inferior, incapaz de alzarse a lo alto.
El padre Jacinto valoraba mucho la renuncia a la voluntad propia en el monje, porque sabía que la obediencia y la renuncia a la voluntad engendran la humildad más profunda. Sufría mucho cuando se hacía algo sin la bendición del padre espiritual. Se entristecía, aunque no reprendía mucho; pero en pocas palabras expresaba lo que era necesario decir.
También decía:
—La salvación del alma implica un compromiso total y una fuerte voluntad de renunciar al pecado. Cuando el hombre no es firme y decidido, y no odia al pecado con todo su ser, las tentaciones y las caídas están a la orden del día.
Y a su discípulo más cercano le decía:
—Lee, hermano, lee libros santos, porque quien tiene una preocupación semejante termina cayendo a los pies de la Cruz y de ahí pasa a ir al sepulcro con Jesús, para resucitar con Él. Este es el canon que te doy.
Después de dejar su función como stárets, el padre Jacinto se dedicó por completo a la “Oración deJesús”. No era muy partidario de los cánones largos, ni se le veía leyendo el Salterio o el Horologion. Desde luego que recomendaba su lectura, pero él prefería practicar la oración incesante a Dios. Decía: “El que ora solamente con lo que dice un libro (de oraciones), en realidad no ora”.
Así fue como vivió y murió el gran stárets y padre espiritual, el padre Jacinto.
(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie Bălan, Patericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, p. 738)