¡Hagas lo que hagas, no dejes de orar!
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¡Benditos sean los oídos que reciban estas palabras!
«Que la alabanza y la adoración a Dios jamás se aparten de tu boca, hermana, aunque estés sentada descansando, o trabajando, o comiendo, o caminando en la calle, o preparándote para dormir, o levantándote después de haber dormido. ¡Benditos sean los oídos que reciban estas palabras! Y cuando se hagan las doce, haz una oración más larga y más sentida. Hazla, si es posible, con otra monja con la que te entiendas bien. Y si no hay ninguna monja con la que sientas que tu alma se entiende por completo, ora sola, pero ante Dios, Quien está en todas partes y todo lo escucha».
(Traducido de: Patericul Lavrei Sfântului Sava, Editura Egumenița, 2010, p. 128)
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