¡Hágase en mí Tu voluntad, Señor!
Ora con humildad, como el publicano, y no con vanidad, como el fariseo.
Ora con temor y estremecimiento, hasta que tu corazón se sacie de glorificar a Dios sin distracción y dejadez. En la iglesia, aparta todo pensamiento terrenal, porque la casa de Dios es casa de oración; permanece atento a la Palabra de Dios y confiesa tus pecados. No ores para que todo salga como tú quieres, sino que debes orar como te fuera enseñado: “hágase en mí Tu voluntad, Señor”. Al orar, pide ante todo el Reino de Dios y Su justicia, y todo lo demás se te dará por añadidura. Ora para que sean perdonados no sólo tus pecados, sino también los de los demás. Ora con afán, sin turbación, sin recordar el mal y sin malos pensamientos. Prepárate para orar como un luchador experimentado, y procura que no te engañen las ilusiones del demonio. Cuando ores, olvídate de toda mentira, juramento y preocupación terrenal. Para que puedas orar como es debido, oponte al pecado hasta morir, como un buen soldado. No seas avaricioso y no te preocupes por las cosas del mundo. No pidas para ti lo que crees que es bueno; ora pidiendo que en tu vida ocurra lo que es agradable a Dios, porque Él sabe de mejor manera lo que te es útil. Ora con humildad, como el publicano, y no con vanidad, como el fariseo.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Patericul Lavrei Sfântului Sava, Schitul Românesc Lacu, Sfântul Munte Athos, 2000)