¿Hay alguna “señal” que me diga que tendría que hacerme monje?
No necesitas que cualquier persona venga y te convenza de que el monaquismo es bueno. San Juan Crisóstomo, en su apología de la vida monástica, dice que Cristo querría que todos fuéramos monjes. Pero no todos pueden hacerlo.
Si no encuentro mi lugar en este mundo, si nada me sale bien y nada me alegra, si me siento alegre solamente cuando participo en la Liturgia y al visitar algún monasterio, ¿significa que tendría que entrar a la vida monacal?
—No. Podría pasar que ni en el monasterio encuentres la alegría que anhelas. ¿Y qué harás entonces? A la vida monástica hay que asumirla como algo que, incluso en la misma noche de tu tonsura, puede hacerte sentir que tu corazón se ha petrificado, en un estado que puede prolongarse durante toda tu vida, y debas soportarlo por Cristo.
Si piensas que la vida en el monasterio está llena de dulzura y que todo es oración y felicidad, tienes una idea errada: eso no es monaquismo y no podrás ser un monje.
Tienes que estar preparado para aceptar todo como si viniera de la misma mano de Dios. En esto consiste el amor. No en cosas como: “Dame oración, Señor; dame alegría, dame dulzura, concédeme ver las cosas así, hazme sentirme así…”. Perdóname, hermano, pero si así fueran las cosas, cualquiera se presentaría ante Dios. Tenemos que cargar con nuestro dolor, nuestra desesperanza, los desvíos de nuestra mente y nuestro corazón, todo, por Dios. Esta alegría la tienes ahora, pero podría ser que después ya no la tengas. No es una señal de que tienes que hacerte monje. Si tuvieras la certeza de que tienes que hacerte monje, no se lo preguntarías a nadie, mucho menos a mí. ¿Es que yo puedo decidir tu destino? ¡Haz lo que sabes que tienes que hacer!
Cristo Mismo es Quien nos llama al monaquismo. Nadie tiene que decirnos si está bien o no hacernos monjes. Él dijo: “Toma tu cruz y sígueme”. Los apóstoles lo siguieron, al igual que un sinfín de santos. No necesitas que cualquier persona venga y te convenza de que el monaquismo es bueno. San Juan Crisóstomo, en su apología de la vida monástica, dice que Cristo querría que todos fuéramos monjes. Pero no todos pueden hacerlo. Eso lo dice San Juan Crisóstomo, no yo.
Tengo miedo de elegir la responsabilidad de alguno de los dos caminos que se presentan frente a mí en esta vida: matrimonio o monacato. ¿Cómo puedo librarme de ese temor?
—Siendo consciente de que no eres bueno ni para lo uno ni para lo otro. Solo así te tranquilizarás.
(Traducido de: Ieromonahul Savatie Baștovoi, Singuri în fața libertății, Editura Cathisma, București, 2009, pp. 90-92)