Palabras de espiritualidad

Heredando a nuestros hijos una real vida espiritual

  • Foto: Valentina Birgaoanu

    Foto: Valentina Birgaoanu

Me parece que hemos llegado a falsificar el cristianismo, falsificándonos a nosotros mismos.

Actualmente, todo es confuso, oscuro. El hombre moderno, por un sinfín de circunstancias, se siente bloqueado. Ni siquiera el cristianismo —el espíritu cristiano que domina en la actualidad— consigue liberarlo. Aún más: me atrevería a afirmar que el mismo cristianismo vive aprisionado en el interior del hombre.

En nuestros días, al observar lo que sucede en nuestro entorno o con los cristianos que nos rodean, es imposible descubrir la simplicidad, la pureza, un estado de libertad. Al contrario, todo parece complicado, cada uno entiende las cosas de forma diferente. Finalmente, me parece que hemos llegado a falsificar el cristianismo, falsificándonos a nosotros mismos.

Nuestros pobres hijos —las nuevas generaciones que vienen—, en vez de aprehender de nosotros un verdadero estado espiritual, reciben ese mismo bloqueo, esa misma confusión. ¡No les heredemos sólo palabras, porque de ellas no queda nada! Esta es la Tradición de la Iglesia: uno le transmite vida al otro. ¿Pero qué vida podemos transmitir? Quien no tiene una verdadera vida para transmitir, hereda sólo estancamiento y turbación. Luego, que no nos sorprenda si la vida cristiana, en vez de avanzar, retrocede.

¡Y no estoy hablando de individuos que no quieren creer, que no quierean aceptar a Dios! Esos, que hagan lo que quieran, lo que crean mejor. Hablo de los cristianos, de esos que quieren, de esos que creen, de esos que se esfuerzan en ser cristianos verdaderos, pero les cuesta. ¡Sigamos luchando, llenos de esperanza!

(Traducido de: Arhimandrit Simeon Kraiopoulos, Te cunoşti pe tine însuţi? Viaţa duhovnicească şi problemele psihologice, Editura Bizantină, Bucureşti, 2008, p. 40)