Honrando a nuestros padres
A los hijos que honran a sus padres, Dios los recompensa con grandes dones y muchas bondades; en cambio, a los que vulneran esta ley, los castiga con severas penas y aflicciones.
Dios desea fervientemente que los hijos honren a sus padres. A los hijos que honran a sus padres, Dios los recompensa con grandes dones y muchas bondades; en cambio, a los que vulneran esta ley, los castiga con severas penas y aflicciones. Para los primeros, escribe: “Honra a tu padre y a tu madre para que tus días se alarguen sobre la tierra...” (Éxodo 20, 12).
La recompensa de Dios para estos consiste en un don inconmensurable: una vejez tranquila y prolongada. Por el contrario, a quienes desprecian esta ley del respeto a los padres, Dios les envía un castigo que es considerado el peor de los males, es decir, una muerte prematura, en la juventud. A los primeros los exhorta a amar a sus padres, prometiéndoles Sus dones, en tanto que a los otros, aún sin la participación de su voluntad, los ayuda a dejar de despreciar a sus padres, disuadiéndolos con la idea del castigo. En otras palabras, los lleva a volverse hijos buenos en esta vida, así sea por temor.
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Părinții și educarea copiilor, Ed. Agapis, 2010, p. 5)