Ídolos modernos
Hay personas que han hecho ídolos de sus posesiones, de su nivel social, de la belleza física, de la pintura, del arte, de la música, olvidando que lo más bello y lo más excelso que hay es Dios.
Vivimos en un mundo en el cual el cristianismo no es amado, en el que el modernismo, la ciencia y el libertinaje golpean fuertemente al cristianismo. Nuestros contemporáneos se burlan de nosotros, dicen que creer en Dios es igual a ser un retrasado mental. Ciertamente, hay hombres de ciencia, eruditos, quienes no consiguen sobrepasar los límites de sus conocimientos intelectuales, físicos y sensoriales.
Muchos nos preguntamos qué hay más allá de lo que podemos ver, pero ellos ni se plantean esa cuestión. El demonio los tiene como inmovilizados y no les permite que lleguen a Dios, porque ellos mismos sienten miedo.
No es tan sencillo renunciar a todo y saltar a la divinidad. No es fácil para nosotros renunciar a todo, ¿verdad? Renunciar al orgullo, a una posición social, a tu situación económica, y decir: “Hoy, que es domingo, no trabajaré. Mejor iré a la iglesia. Es día festivo, pero no asistiré a ninguna fiesta, sino que iré a la iglesia a alabar a Dios. Todo lo demás lo puedo hacer otro día”. Es difícil hacer esto.
¡Solamente veamos cuántas personas vienen a la iglesia en los días festivos y cuántos se quedan en sus casas! No tienen ninguna excusa, porque actualmente la educación religiosa es libre.
Escucho a la gente hablando en la calle y también en distintos programas de televisión, y todos hablan y hablan de Dios, especialmente en los días festivos… pero no vienen a la iglesia. Esas personas no forman parte de aquellos de los que la Escritura dice que no son culpables porque nadie les habló de la Palabra de Dios.
Las personas de las que hablo conocen la Palabra de Dios, saben cuáles son sus obligaciones, pero no se pueden separar de su mundo, de su situación, de su idolatría. Y han hecho ídolos de sus posesiones, de su nivel social, de la belleza física, de la pintura, del arte, de la música, olvidando que lo más bello y lo más excelso que hay es Dios.
En un mundo en el que no se nos pide el martirio, se nos pide al menos el valor de dar testimonio de Dios ante los ateos, soportando las burlas de los que no saben nada más de lo que ven y conocen con la mente. Porque nosotros conocemos, por medio de la fe, mucho más que cualquier otra cosa: conocemos a Dios y a Jesucristo, la Verdad.
(Traducido de: Părintele Gheorghe Calciu, Cuvinte vii, Editura Bonifaciu, 2009, p. 106)