Palabras de espiritualidad

La ayuda del hombre y la ayuda de Dios

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Hagamos lo que podamos, para que Dios haga lo que nosotros no podemos.

—¿De dónde viene tanto humo?

—Estamos quemando algo, padre.

—¿Encendieron fuego? ¿Con este viento tan fuerte?

—Pero hoy en la mañana llovió, padre…

—Aunque haya llovido a cántaros, este viento puede azuzar excesivamente el fuego, secando y quemando todo lo que hay alrededor. “Pero hoy llovió”, dices… No hace mucho hubo un incendio más abajo, por culpa de esa misma negligencia. ¿Ya se te olvidó? Cuando alguien se equivoca una vez, debe estar mucho más atento para que no se repita el error. Dios ayuda donde es necesario, donde el hombre no puede hacer nada con sus propias fuerzas. Pero no nos ayuda cuando actuamos imprudentemente. (Con nuestra negligencia) incluso estamos difamando a los santos.

—Padre ¿cómo podemos entender hasta qué punto debemos actuar humanamente?

—Eso se observa en el mismo lugar. Si la persona tenía la intención de hacer todo lo que estaba en sus manos, pero no pudo hacerlo porque algo se lo impidió, Dios le ayudará en ese momento tan complicado. Y si no tuvo la intención, pero sí el coraje, Dios no le ayudará. Por ejemplo, sabes que cada noche debes cerrar la puerta con llave, pero no lo haces, porque te parece fatigoso volver a levantarte, y piensas: “¡Bah! Dios cuidará de que no pase nada”. Esto no manifiesta una confianza ciega en Dios, al punto de no cerrar bien la puerta; lo que esto dice, es que no has hecho lo que debías, simplemente porque te resultaba cansado. ¿Cómo esperas que te ayude Dios? ¿Crees que ayudaría a un perezoso? Cuando yo le digo a alguien que cierre bien la puerta y no lo hace, solamente por su falta de obediencia merece ser sancionado.

Cualquier persona puede hacer lo que humanamente está a su alcance hacer, y lo que no puede hacer, debe dejárselo a Dios. Y si hace más de lo que puede, pero no por egoísmo, sino por generosidad, porque cree que puede hacer mucho más, Dios lo verá y se apiadará de él. Para ayudarnos, Dios quiere ver nuestro tesón, nuestro esfuerzo personal. ¿Cuántos años le llevó a Noé construir su arca? Cortaba la madera con unos instrumentos muy rústicos, que él mismo fabricaba según los iba necesitando. ¿Es que Dios no lo podía ayudar a terminar más rápidamente? Sin embargo, le dijo cómo tenía que construir la embarcación, y después le dio las fuerzas para hacerla (Génesis 6, 13 y versículos siguientes). Por eso, hagamos lo que podamos, para que Dios haga lo que nosotros no podemos.

Una vez, alguien vino a visitarme, y me dijo: «¿Por qué los monjes se mantienen aquí, y no salen a la calle a ayudar a la gente?». «Si salieran a ayudar a la gente, seguramente dirías: “¿Qué buscan los monjes en la calle, entre la gente?”. Pero, como no salen, preguntas por qué no lo hacen», le respondí. Se quedó pensando un poco, y dijo: «¿Por qué los monjes van al médico, y no esperan a que los ayuden Cristo y la Madre de Dios?». «Esa misma pregunta me la hizo un médico hebreo», le respondí. «Pero él no es hebreo, padre», me dijo uno que acompañaba a mi interlocutor. «No importa que no lo sea. Su pregunta sí lo es. Y les diré la respuesta que le di al hebreo, porque es un caso similar: “Tú, como hebreo, deberías conocer perfectamente el Antiguo Testamento. Ahí, en el libro del profeta Isaías, se nos dice que Dios le concedió otros quince años de vida al rey Ezequías porque era muy bueno. Para esto, envió a Isaías, quien le dijo al emperador: ‘Dios te concede otros quince años de vida, por haber destruído los templos de los idólatras. En lo que respecta a tu herida —el rey tenía una herida— Toma una torta de higos, aplícala a la llaga y sanará’ (Isaías 38, 21). Si Dios le concedió otros quince años de vida, ¿no podría haberle sanado esa herida? Sin embargo, fue curado con una torta de higos”». Las cosas que son humanamente posibles, no se las pidamos a Dios. Humillémonos ante nuestros sejemantes y pidámosles su ayuda.

Hasta cierto punto, el hombre actuará humanamente, después de lo cual debe confiarse a las manos de Dios. Es egoísmo intentar ayudar a alguien, cuando sabemos que humanamente no podemos hacer nada. En muchos casos en los que el hombre se empecina en ayudar, veo que es obra del maligno, para inutilizarlo. Yo, cuando veo que en determinada situación no puedo hacer nada humanamente —entiendo más o menos hasta que punto puede ayudar el hombre y en qué punto hay que dejar que sea Dios quien actúe—, elevo mis manos a Dios, enciendo un par de velas, le confío el problema a Dios, y este se resuelve inmediatamente. Dios sabe que no es por pereza que no hago nada.

Por eso, cuando alguien nos pida auxilio, debemos discernir y ayudar en lo que podamos. En lo que no podamos, ayudemos al menos con una oración, confiándole todo a Dios. Esta es una oración silenciosa, mística.

(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești. Volumul 2. Trezvie duhovnicească, traducere de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, ediția a doua, Editura Evanghelismos, București, 2011, pp. 309-312