Palabras de espiritualidad

La buena crianza de los hijos

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

¿No te los llevé a tu casa —nos reclama Dios— y no los tuviste a tu lado desde el principio?

Si ya tenemos una enorme responsabilidad en amparar a los demás, porque se nos dice “Que cada uno piense no en sí, sino en los demás” (I Corintios 10,24), más grande es esa otra que concierne a nuestros propios hijos. ¿No te los llevé a casa —nos reclama Dios— y no los tuviste a tu lado desde el principio? ¿Acaso no te nombré mentor, protector, tutor, guía y señor suyo? ¿No te dí autoridad completa sobre él? ¿Acaso no te ordené que lo formaras y lo educaras como se debe, aún desde la más frágil edad? ¿Qué perdón esperas alcanzar si tú fuiste el que lo dejó que anduviera por caminos equivocados, perdiéndose?

¿Cuál es tu respuesta ante tal reclamo? ¿Que era una tarea muy difícil y que algunas veces apenas pudiste hacer frente a tal responsabilidad? Eso debiste pensarlo antes, cuando tu hijo todavía te obedecía, siendo pequeño. Entonces debiste educarlo con mucha atención, acostumbrándolo a hacer todo como es debido, corregiéndolo y amonestando sus debilidades. Entonces, cuando todo esto era más fácil, debiste arrancar toda incipiente maleza, cuando las anomalías eran fácilmente reparables, vicios que, si no los hubieras descuidado, no hubieran llegado a crecer. Por eso, se dice: “¿Tienes hijos? Edúcalos y enséñales a obedecer desde su niñez. ¿Tienes hijas? Cuida su virginidad, no seas demasiado indulgente con ellas.” (Eclesiástico 7,24), entonces cuando su educación es mucho más fácil.

(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Părinții și educarea copiilor, traducere de Ieromonahul Benedict Aghioritul, Editura Agapis, București, 2007, pp. 41-42)



 

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