Palabras de espiritualidad

La caridad, el amor al prójimo y la cima de la perfección

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

La privación le enseña al hombre a refrenarse. Cuando, sin embargo, nos vemos libres de las cosas, no podemos controlarnos a nosotros mismos.

Si quieres hacerle el bien a alguien, no esperes a que te retribuya de alguna manera, y por estas dos buenas acciones de parte tuya serás recompensado por Dios. Y si te es posible hacer el bien sin pensar en una retribución futura, hazlo. Y si has puesto la pobreza como límite para tu alma, y con la Gracia de Dios has sido librado de toda preocupación, entonces, alzándote más allá del mundo con tu pobreza, ten cuidado, no sea que te empiece a gustar la ganancia, con la excusa del amor al pobre, para practicar, por ejemplo, la caridad, y que tu alma no se perturbe, tomando de unos para darles a los otros, hasta terminar perdiendo tu honra por el hecho de someterte a los hombres, pidiéndoles algo, y perder tu libertad y la nobleza de tu pensamiento por las cosas terrenales, porque te hallas en una nivel más alto que los generosos.

No, te lo suplico, no te sometas a los hombres. La caridad es parecida a los alimentos de los bebés, en tanto que el sosiego es la cima de la perfección. Si tienes bienes, gástalos lo antes posible. Si no los tienes, no los desees. Limpia tu celda de todas las cosas agradables y banales. Y esto te llevará a la templanza, incluso sin que lo quieras. Y es que la privación le enseña al hombre a refrenarse. Cuando, sin embargo, nos vemos libres de las cosas, no podemos controlarnos a nosotros mismos.

(Traducido de: Sfântul Isaac SirulCuvinte despre nevoință, Editura Bunavestire, Bacău, 1997, p. 120)