La caridad y la hospitalidad en la vida de familia
Si recibes a un extraño como si fuera Cristo, serás honrado por ello. Si, al contrario, no lo recibes como lo harías con Cristo, mejor no lo recibas.
Estas dos virtudes suelen ser asociadas a la vida de familia, sobre todo la caridad, porque se presupone que los laicos (casados) tienen mejores medios materiales para ayudar a los demás, que los monjes. San Juan Crisóstomo, en su Homilía sobre Timoteo, al describir el matrimonio como un estado “con muchas responsabilidades” habla también de la caridad y la hospitalidad.
Y agrega: “Ves que la hospitalidad mencionada aquí (I Timoteo 5, 9-10) no es solamente una llena de amabilidad, sino que también con devoción, oración y esmero, como si estuvieras recibiendo al mismo Cristo...”. Si recibes a un extraño como si fuera Cristo, serás honrado por ello. Si, al contrario, no lo recibes como lo harías con Cristo, mejor no lo recibas... Recordemos lo que hizo Abraham con aquellos forasteros (Génesis 18, 1-22). Y él mismo se ocupó en servirles y darles de comer, junto a su esposa, a pesar de tener más de trescientas personas a su disposición. Quería que su esposa fuera recompensada, no por lo que ofrecían a los visitantes, sino por su atención y acogida.
Luego, la hospitalidad es un deber. De esta forma nos estaremos santificando y nuestras manos serán bendecidas... Esta es la verdadera generosidad, cuando es practicada para Dios.
(Traducido de: David şi Mary Ford, Căsătoria ‒ cale spre sfinţenie, Editura Sophia, Bucureşti, 2007,