La castidad del alma y la pureza de la Virgen María
Nuestra alma es como una doncella, a la cual no debemos deshonrar jamás. Así, los exhorto, hermanos: ¡no ensuciemos nuestra alma!
La Madre del Señor ora por nosotros. Cuando ya no nos queda ningún refugio, ¡tenemos el amparo de la Madre del Señor! Ella, y San Juan el Bautista, están a la diestra y a la izquierda de nuestro Señor Jesucristo, el Justo Juez. Ella intercede por nosotros. Y nosotros nos sentimos cercanos a ella, porque forma parte de nuestro género humano.
Libre de todo pecado, en ella se encarnó la humanidad, Jesucristo, el Hijo de Dios, Aquel que nació desde lo eterno. La Santísima Madre de Dios fue Virgen antes de dar a luz, al dar a luz, y después de dar a luz. También nosotros tenemos una virgen en nuestro interior: el alma. Nuestra alma es como una doncella, a la cual no debemos deshonrar jamás. Así, los exhorto, hermanos: ¡no ensuciemos nuestra alma!
(Traducido de: Părintele Nicolae Tănase, Să nu-L răstignim iarăși pe Hristos, Editura Agaton, Făgăraș, 2011, p. 67)