La comunión en el amor, la oración y la fe
La Iglesia presta el auxilio de su mediación incluso a aquel que no se lo ha pedido, y a aquel que se lo pide se lo ofrece en una medida mayor que en su petición.
Sabemos que, cuando uno de nosotros cae, lo hace solo; sin embargo, nadie se salva solo. El que se salva, lo hace en la Iglesia, como un miembro de esta y en unidad con todos los demás miembros. Si alguien cree, es en la comunión de la fe; si ama, se halla en la comunidad del amor; si ora, lo hace en la comunión de la oración. Por tal razón, nadie puede poner sus esperanzas solamente en sus propias oraciones, y el que ora solicita la mediación de la Iglesia entera, no como si tuviera alguna duda en lo que respecta al auxilio de Dios, el único Protector, sino con la cereza de que la Iglesia entera ora siempre por sus miembros.
Todos los ángeles oran por nosotros, todos los apóstoles, los mártires, los patriarcas y, ante todo, la Madre de nuestro Señor, y esta santa unidad representa la verdadera vida de la Iglesia. Pero, si la Iglesia, visible e invisible, ora sin cesar, ¿por qué le pedimos sus plegarias? ¿No le imploramos a Dios y a Cristo que se apiaden de nosotros, aunque Su misericordia preceda a nuestras oraciones? El único motivo por el cual le pedimos a la Iglesia sus oraciones es porque sabemos que ella presta el auxilio de su mediación incluso a aquel que no se lo ha pedido, y a aquel que se lo pide se lo ofrece en una medida mayor que en su petición, porque en la Iglesia mora la plenitud del Espíritu de Dios.
(Traducido de: Părintele Andrew Louth, Gânditori ortodocși moderni. De la Filocalie până în prezent, traducere de Lucian Filip, Cristian Untea, Justin A. Mihoc, Editura Doxologia, Iași, 2017)