Palabras de espiritualidad

La Comunión llena las necesidades de cada alma

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Acércate con humildad y devoción a este santificado alimento, porque si estás enfermo, aquí recibirás la salud que esperas. Si eres pobre, te enriquecerás. Si estás hambriento, te saciarás de todo bien. Si estás desnudo, te vestirás. Si sufres, descansarás; en pocas palabras, todo lo bueno que necesites, en él lo encontrarás.

Así como el amor fue la razón de Su descenso al mundo y entregarse en las manos de los pecadores, el mismo amor lo hace venir al mundo en la forma de este Sacramento, ofreciéndose a las mismas manos, haciéndose fortaleza para los justos y perdón purificador para los pecadores.

Y tu amor y tu deseo se encenderá mucho más, viéndote desde otra perspectiva y experimentando el inmenso amor que tiene el Señor por los pecadores, porque es ese amor el que lo hizo descender de los Cielos y vestirse con un cuerpo como el nuestro, muriendo en la Cruz por nosotros. Y no sólo esto, para que no nos falte y para quedarse con nosotros para siempre, después de Su redentora muerte nos dejó en Su lugar este Misterio en el que se comprende nuestro Redentor Soberano. Y nos lo dejó para que los que necesitan ser sanados tengan siempre una puerta abierta y un doctor que pueda darles esa salud.

Así como el amor fue la razón de Su descenso al mundo y entregarse en las manos de los pecadores, el mismo amor lo hace venir al mundo en la forma de este Sacramento, ofreciéndose a las mismas manos, haciéndose fortaleza para los justos y perdón purificador para los pecadores. Este pan es el alimento de los sanos y medicamento de los enfermos; alimento de los vivos y resurrección de los muertos. Él humilla la guerra cruenta del cuerpo y fortalece la fe del alma. Purifica los pecados, alienta las buenas obras, ofrece paciencia, calor, renovación, protección y fortaleza. Nos hace mansos, pacientes en los afanes, en las cosas del espíritu más devotos. En otras palabras, este santificado y muy honrado Pan es un palacio imperial y Su gloriosísima Sangre para la común sanación de todos los enfermos y desesperanzados. ¿Por qué, hombre, te alejas de tanto don, obedeciendo tu dejadez? Acércate con humildad y devoción a este santificado alimento, porque si estás enfermo, aquí recibirás la salud que esperas. Si eres pobre, te enriquecerás. Si estás hambriento, te saciarás de todo bien. Si estás desnudo, te vestirás. Si sufres, descansarás; en pocas palabras, todo lo bueno que necesites, en ella lo encontrarás.

(Traducido de: Agapie Criteanu, Mântuirea păcătoșilor, Editura Egumenița, 2009, p. 373-374)

 

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