La contrición pone al alcance de todos sus valiosos frutos
Lo que tenemos que hacer es procurar cuidarnos de todo pecado, por medio de la contrición, y no dejarnos seducir por los placeres de esta vida.
Hermano, no dudes en lo que respecta a la sanación del alma y acércate al Médico celestial. No digas “¿Quién le pagará al pecador, al asesino, al adúltero, al forastero o al publicano por sus malas acciones?”.
Y es que Él, con una sola palabra, por medio de la contrición, vino a sanar a todos, diciendo: “Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”. Por tal razón, no debemos permitir que la desesperanza nos lleve a perder la fe en el perdón de Dios para con todos. Lo que tenemos que hacer es procurar cuidarnos de todo pecado, por medio de la contrición, y no dejarnos seducir por los placeres de esta vida. Porque, por Su piedad hacia nosotros fue que dijo, por medio del profeta: “Y apartaré la iniquidad de Jacob”.
También el asesino puede experimentar la contrición. Porque el bandido que fue crucificado junto al Señor, con su testimonio postrero se hizo heredero del Paraíso. Aun si has caído en el desenfreno, acércate, no olvides el río de lágrimas de la mujer adúltera, la cual, expresando con besos el anhelo de su corazón de dar testimonio, recibió el consuelo del perdón. Y también David, suspirando, clamó: “Purifícame con el hisopo, y quedaré puro; lávame, y quedaré más blanco que la nieve”.
(Traducido de: Sfântul Simeon Stâlpnicul din Muntele Minunat, Cuvinte ascetice, Editura Doxologia, Iași, 2013, p. 87)