La Cruz, punto de encuentro entre Cielos y tierra
La Cruz es ese modelo que nos permite entender el misterio del mundo y la vida; es la única “llave” que tenemos.
La Cruz es la esencia de la misión de Cristo, del Mesías en este mundo.
A ella se refiere el Señor cada vez que menciona Su cometido, el Bautismo que debía recibir, la copa de la cual debía de beber. Todo en Sus palabras, silencios y nuevas lleva a la cima del Gólgota.
La Cruz, para el cristiano (y no pierdo la oportunidad de recordar que todo hombre es cristiano) es el símbolo de la interferencia del Cielo con la tierra, del espíritu con la materia.
La Cruz es ese modelo que nos permite entender el misterio del mundo y la vida; es la única “llave” que tenemos.
Renunciando a hacer la Señal de la Cruz, los protestantes pierden de vista que ésta no evoca un simple instrumento de tortura (y no es casualidad que el tormento conste en perseguir la perfección, la verticalidad del ser, en castigar al Hombre por medio de su misma postura, pero mofándose de ella: vertical, pero falto de libertad; vertical, pero con los miembros en prosa; vertical, pero expuesto al insulto), sino también en la repetición consciente de nuestra integración en los significados últimos.
Más que cualquier otro símbolo, la Cruz es la entera y perfecta imago mundi. Una imago mundi simple, integral, que dice todo.
(Traducido de: Nicolae Steinhardt, Jurnalul fericirii, Editura Mănăstirii Rohia, Rohia, 2005, p. 348)