La educación espiritual, tarea de cada cristiano
Ocupémonos permanentemente de nuestra educación espiritual, con atención y denuedo.
El cristiano debe preocuparse sin cesar por su propia formación espiritual, porque ha renacido en el santo baño del Espíritu Santo, adquiriendo una nueva existencia espiritual, y ha sido sellado con mirra, que es “el sello del Espíritu Santo”, haciéndose digno de comulgar con la gloriosa Sangre del Señor. No hay nada más importante que la educación cristiana. Analicemos y entendamos por nosotros mismos cuánto ama Dios a estas almas racionales e inmortales, redimidas con la Sangre de Su Mismo Hijo, llamadas de la oscuridad del desconocimiento a la luz del conocimiento de Dios por el Mismo Señor, comprometidas y desposadas con Él cual vírgenes con un Honorable Novio.
Así pues, ocupémonos permanentemente de nuestra educación espiritual, con atención y denuedo. Ocupémonos, pensando en Dios, orando, esforzándonos, corrigiéndonos en todo, perseverando en la virtud de la mansedumbre, en la humildad, en la obediencia, en la misericordia, en la integridad y en la candidez, y apartando todos los malos pensamientos, los apetitos, los vicios y las pasiones pecaminosas.