En esta vida terrenal, que es una de pruebas y de lucha, el cristiano se halla permanentemente entre dos tendencias: hacia el bien o hacia el mal, entre tentaciones y aflicciones que vienen del maligno, y el consuelo y auxilio de Dios. Es algo así como una competición (concurso) entre el justo, santo y misericordioso Dios, y el astuto, maligno y pérfido demonio. El hombre se halla o bajo la influencia del enemigo, o bajo la Gracia de Dios. Los enemigos tiran de él hacia todas las culpas y pecados posibles, mientras que el Señor se apiada de los pecadores que se arrepienten, los purifica, los santifica, los redime, los reconcilia, los renueva y los fortalece. Esta competición y victoria de la Gracia sobre el pecado tiene lugar especialmente durante la Divina Liturgia, que es una maravillosa ofrenda de reconciliación y santificación de Dios, de misericordia de paz y sacrificio de alabanza.

(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronștadt, Liturghia – cerul pe pământ, Editura Deisis, 2002, p. 347)