La felicidad de amar a Dios
Cuando el alma conoce el amor de Dios por medio del Espíritu Santo, siente y comprende que el Señor es para nosotros un Padre, el más cercano de todos, el más bueno y más amoroso, y que no hay felicidad más grande que amar a Dios.
Al amor no le preocupa qué tiempo es, porque siempre tiene poder. Algunos creen que el Señor sufrió por amor, pero como no encuentran ese amor en sus almas, esto les parece un cuento vetusto. Pero cuando el alma conoce el amor de Dios por medio del Espíritu Santo, siente y comprende que el Señor es para nosotros un Padre, el más cercano de todos, el más bueno y más amoroso, y que no hay felicidad más grande que amar a Dios con toda el alma, con todo el corazón y con toda la mente, tal como el Señor Mismo nos lo ordenara, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Cuando este amor mora en el alma, no hay nada que no la alegre. Pero, cuando el alma pierde ese amor, el hombre no encuentra descanso ni sosiego, se agita y se enfada con los demás, incapaz de entender que él mismo es el culpable por haber perdido el amor de Dios, condenando y rechazando a su prójimo.
(Traducido de: Cuviosul Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii și iadul smereniei, Editura Deisis, p. 154)