La flor de la humildad, cultivada por pocos
Aquel monje no respondió a dicha pregunta con una respuesta típica, en general, sino con una respuesta franca y natural, porque tenía una integridad espiritual desconocida para quien le estaba interrogando.
Las virtudes son fortalezas del alma, son inclinaciones justas del alma, son pilares del bien. Así, eres verdaderamente humilde cuando no buscas la humildad, porque la practicas desde tu interior y todo lo que haces es gobernado por ella. Por ejemplo, en el Paterikón encontramos que un asceta fue preguntado cómo distinguir a las ovejas de las cabras, en referencia al texto del Evangelio según San Mateo, capítulo 25, donde el Señor dijo que el Hijo del Hombre (Él Mismo) iba a separar a buenos de malos, tal como el pastor separa a las ovejas de las cabras.
Y la pregunta fue la siguiente: ¿cuáles son las ovejas y cuáles las cabras? La respuesta podría haber sido muy sencilla: las ovejas son los hombres de fe, que son buenos, en tanto que las cabras son los malvados, quienes no podrán estar con los buenos en el Reino de Dios. Sin embargo, el asceta respondió de una forma completamente distinta a lo esperado: “Las cabras son yo, y solo Dios conoce cuáles son Sus ovejas”.
He aquí una respuesta muy hermosa y espontánea, una respuesta proveniente de su misma sencillez. Aquel monje no respondió a dicha pregunta con una respuesta típica, en general, sino con una respuesta franca y natural, porque tenía una integridad espiritual desconocida para quien le estaba interrogando.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian,Cum putem deveni mai buni – Mijloace de îmbunătăţire sufletească, Editura Agaton, p. 422)