La fuerza que respalda nuestra oración
La fe es la fuerza, la vida del corazón; la falta de fe es su debilidad y, en sí misma, su muerte.
Cuando oramos con fe, con sinceridad, desde el fondo de nuestro corazón, sentimos en el alma una gran paz y un consuelo profundo, como si jamás hubiéramos experimentando algo tan agradable en nuestro ser. Lo opuesto se siente cuando oramos sin poner el corazón en ello, cuando oramos sin sinceridad, sin verdad. Ya sea que provenga de nuestra indiferencia o por haber recargado nuestro vientre con una alimentación excesiva (cuando en vano intentamos invocar una fe viva, pero ya no hay en el corazón esa dulce paz), en esos momentos la fe se nos vuelve una carga pesada, bajo la cual nuestro espíritu a veces se agota, lamentándose con amargura. La fe es la fuerza, la vida del corazón; la falta de fe es su debilidad y, en sí misma, su muerte. Así lo muestra la experiencia.
(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, Către păstorii duhovnicești, Editura Sophia, pp. 220-221)
