La Gracia de Dios obra cuando somos verdaderamente humildes
“Dios me ayuda en todo lo que hago. Si hago diez postraciones, es porque Dios me ayudó a conseguirlo... yo solo no puedo hacer nada. Las personas suelen decir: yo ayuné, yo fui a la iglesia, yo me esforcé, yo siento amor. Pero la alegría que sientes es, con todo, una forma de orgullo”, nos llama la atención el padre Paisios de Pângărați.
El maligno nos ataca de dos formas, con el orgullo y con la tristeza, para llevarnos a la desesperanza. Si nota que nos esforzamos, él aparece rápidamente con la vanagloria y con el orgullo. Como decía el Padre stárets, debemos humillarnos permanentemente, difamarnos interiormente a nosotros mismos, repitiéndonos “yo no hago ni esto, ni esto otro”, cuando aparezcan pensamientos de orgullo. Y cuando experimentemos pensamientos de desesperanza, recordemos siempre alabar a Dios: ¡Gloria a Tí, Señor, por todo!
Transformemos la tristeza en alegría. Cada persona tiene una cierta fuerza interior. Pero el maligno busca cómo pervertir esa fuerza, para mal. Algunas veces sientes que no quieres hacer ya nada, que no eres bueno, que no eres capaz. Cuando veo que no puedo hacer esto o lo otro, peco, porque quiero hacerlo todo, tan sólo con mis propias fuerzas.
“Si pierdes la alegría, suspira siempre por ella”
Pero la gracia de Dios nos protege y obra cuando somos verdaderamente humildes. Al principio nos da una que otra alegría y, cuando nos damos cuenta, deseamos ya luchar por mantener esa felicidad. Porque cuando pierdes la alegría, empiezas a suspirar por ella.
Cuando estaba en el mundo y asistía a los santos oficios litúrgicos en la iglesia o en el monasterio, sentía una satisfacción especial, porque sabía que estaba haciendo la voluntad de Dios. Sólo cuando entré al monasterio, pude darme cuenta que aquel sentimiento era una forma de orgullo, algo que debía alejar de mí. La humildad verdadera consiste en considerarme a mí mismo el último. Dios me ayuda en todo lo que hago. Si hago diez postraciones, es porque Dios me ayudó a conseguirlo... yo solo no puedo hacer nada. Las personas suelen decir: yo ayuné, yo fui a la iglesia, yo me esforcé, yo siento amor. Pero la alegría que sientes es, con todo, una forma de orgullo”.