Palabras de espiritualidad

La Gracia que viene con la oración

  • Foto: Florentina Mardari

    Foto: Florentina Mardari

Es imposible que la Gracia de Dios no nos proteja, porque el Nombre de Dios, cuando es pronunciado por alguien, bendice todo.

Recuerdo un antiguo relato sobre un anciano monje que tenía un cuervo en su celda. El anciano oraba constantemente, y el ave, escuchando todo el día esas palabras, “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí!”, aprendió a repetirlas. Un día, el anciano olvidó cerrar la ventana, y el cuervo salió volando. Lo más interesante de todo es que, mientras volaba, repetía la “Oración de Jesús”. En un momento dado, un halcón se le acercó, como queriéndolo atacar, pero al escuchar que el cuervo vocalizaba “¡Señor Jesucristo, ten piedad de mí!”, se alejó. Es cierto que el cuervo no era capaz de sentir la Gracia de Dios en su interior, pero el simple hecho de pronunciar el Nombre de nuestro Señor Jesucristo impidió que el halcón se le acercara.

Con mayor razón nos protegerá y nos santificará la Gracia de Dios, cuando empecemos a repetir asiduamente la “Oración de Jesús”. Porque nosotros tenemos en nuestrio interior la Gracia del Espíritu Santo, que puede actuar en nosotros. Y aunque no lo entendamos, la Gracia sigue a lo suyo. “¡Señor Jesucristo, ten piedad de mí!”. Nosotros practiquemos la oración, y Dios en algún momento vendrá a nuestro interior. Dios siempre nos recompensa; Él jamás nos deja así.  Y vendrán la mansedumbre, la humildad y el divino consuelo de Dios, así como la divina felicidad, y nos ayudarán. No importa si enfrentamos tentaciones o si estamos cansados: es imposible que la Gracia de Dios no nos proteja, porque el Nombre de Dios, cuando es pronunciado por alguien, bendice todo.

(Traducido de: Stareţa Macrina Vassopoulos, Cuvinte din inimă, Editura Evanghelismos, p. 110)