La herencia del Reino de los Cielos
El hombre que en verdad desee alcanzar el Reino de los Cielos, no escatimará esfuerzos ni sacrificios con tal de llegar allí, porque, cuando haya alcanzado tan sublime propósito, olvidará inmediatamente los padecimientos y dolores que tuvo que enfrentar en su vida terrenal.
Los santos despreciaban las cosas de este mundo, porque eran capaces de ver las bondades que les esperaban en la eternidad. Al contrario, aquel que se deleite con los placeres de este mundo, que no espere recibir el gozo eterno, porque el Reino de los Cielos no es herencia para quienes se regocijan en esta vida, sino para aquellos que con fe y paciencia viven entre aflicciones y carencias. El Reino de los Cielos no es algo que se reciba gratuitamente. No, lo reciben únicamente aquellos que se hacen dignos de él, después de haber bregado con denuedo y luchado con valentía y paciencia. Ciertamente, el hombre que en verdad desee alcanzar el Reino de los Cielos, no escatimará esfuerzos ni sacrificios con tal de llegar allí, porque, cuando haya alcanzado tan sublime propósito, olvidará inmediatamente los padecimientos y dolores que tuvo que enfrentar en su vida terrenal, buscando el inmenso e inefable consuelo del Reino de Dios.
(Traducido de: Patericul Lavrei Sfântului Sava, Editura Egumenița, 2010, p. 128)