Palabras de espiritualidad

La humildad de los santos, una escuela para todos

  • Foto: Bogdan Zamfirescu

    Foto: Bogdan Zamfirescu

No mucho antes de su muerte, solía ir al sepulcro preparado para él y lloraba con amargura. Cuando le preguntaban por qué lloraba, San Serafín respondía: “¡Qué lejos de la perfección he vivido mi vida!”.

¡Imitemos todos la humildad de los santos! Despreciando su propia altura moral y todos los dones divinos que poseían, se consideraban los más pecadores de entre todos los hombres. y ellos mismos se señalaban como la causa de todas las tribulaciones que enfrentaban. ¡Qué santidad tan exclesa y que don tan sublime obtuvo el Santo Apóstol Pablo! Y, a pesar de todo, él seguía diciendo que era el primero de los pecadores (I Timoteo 1 ,15).

¡Qué perfección moral alcanzó San Serafín de Sarov, y qué revelaciones asombrosas le concedió Dios! A él se le aparecieron, en múltiples ocasiones y en toda Su gloria divina, nuestro Señor Jesucristo y la Santísima Madre de Dios. Al igual que el Apóstol Pablo, fue elevado hasta el tercer cielo y contempló las moradas del Paraíso. Y, sin embargo, no mucho antes de su muerte, solía ir al sepulcro preparado para él y lloraba con amargura. Cuando se le preguntaba por qué lloraba, San Serafín respondía: “¡Qué lejos de la perfección he vivido mi vida!”. Por eso, con todo su corazón y con profunda tristeza, se llamaba a sí mismo “el pecador y humilde Serafín”, y amaba especialmente a aquellos que jamás juzgaban a nadie. 

(Traducido de: Sfântul Ierarh Serafim (Sobolev), Făcătorul de minuni din SofiaPredici, Editura Adormirea Maicii Domnului, București, 2007, p. 192)