Usualmente, en la mayoría de parroquias, incluso en los monasterios, se puede ver una fluctuación en el número de asistentes, dependiendo de qué festividad se trate, Sin embargo, algo que salta a la vista es que alrededor de cada iglesia hay, en general, personas muy pobres y enfermos... esos que “no tienen el talento suficiente” para vivir. Al contrario, los que llevan una vida más holgada, los que tienen una carrera exitosa o negocios rentables, asisten a la iglesia como cumpliendo con otro punto de su agenda, como queriendo enseñar que también les queda tiempo para ello. O asisten sólo cuando necesitan dar una imagen determinada para sus campañas electorales, como queriéndose mostrar “en medio del pueblo”. ¿Cómo ve usted esto?

¡Del prestigio de la Iglesia todos se llevan algún pedacito...! Pero cada uno será juzgado por sus obras y su fe. El hombre que cumple con su deber, en donde quiera que esté, con temor de Dios y con respeto a las leyes y a sus semejantes, es un cristiano verdadero. A la iglesia vienen tanto ricos como pobres, personas que realmente viven “en” Cristo y otras aún llenas de dudas, así como algunos otros que aún buscan el camino a seguir… Lo importante es recibir a todos con la misma calidez y disposición para ayudarlos, si lo necesitan. Este es el rol de la Iglesia, estar ahí cuando sus fieles la necesiten.

(Traducido de: Adrian Alui Gheorghe, Părintele Iustin şi morala unei vieţi câştigate, Editura Credinţa Strămoşească, pp. 114-115)