Palabras de espiritualidad

La importancia de decidirnos a cambiar nuestro interior

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Aunque somos pequeños, muchas de las cosas del mundo dependen de nuestros pensamientos y deseos.

Hoy recogemos los frutos de nuestros apetitos y nuestros pensamientos, debido a nuestra desobediencia al Padre Celestial y a nuestros padres terrenales. Nuestros pensamientos son tan fuertes, tan penetrantes, que nos impiden razonar otras cosas. Con nuestros pensamientos creamos orden o desorden en nuestro interior, a nuestro alrededor, en el mundo, en el cosmos. Podemos ser un gran bien, pero también un gran mal. Aunque somos pequeños, muchas de las cosas del mundo dependen de nuestros pensamientos y deseos.

¡Ahora es cuando recogemos los frutos de nuestros pensamientos y nuestros deseos! Pero nuestros pensamientos son malos, al igual que nuestros deseos, y no tenemos ningún auxilio… debido a nuestra desobediencia a nuestros padres y a nuestros ancianos. ¡Así es como funciona nuestra vida! Culpamos a todos los demás y queremos arreglar todo lo que nos rodea, pero jamás se nos ocurre empezar por nosotros mismos. Si cada uno empezara corrigiendo lo malo que hay en su interior, no habría maldad en el mundo, porque actualmente hay muy pocos que dan ese ejemplo (de dar el primer paso y enmendarse a sí mismos).

Hay muchas cosas útiles en los libros, incluso ejemplos personales, pero la pregunta es si podemos poner en práctica todo eso en nuestra vida. Sí, nuestra forma de vida habla mucho más que nuestras palabras. Cuando vemos un alma humilde y generosa, que no sabe enfadarse, que no sabe pensar mal, ni odiar, ni ofender, que no se enoja ni cuando alguien la hace sufrir, esa persona nos sirve de ejemplo para toda nuestra vida, y quisiéramos imitarla. ¿Por qué? Porque nos damos cuenta que esa persona, en su corazón humilde y sincero, ha vencido al mal con la ayuda de Dios, y el mal ha dejado de tener poder alguno sobre él. Puede que a su alrededor todo sea caos y agitación, pero nada de eso llega hasta su corazón, nada es capaz de arrebatarle la paz.

(Traducido de: Starețul Tadei de la Mănăstirea VitovnițaPace și bucurie în Duhul Sfânt, Editura Predania, București, 2010, pp. 60-61)