La importancia de la virginidad
La virginidad es una flor, una rosa de la Iglesia.
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La virginidad es una ofrenda a nuestro Señor Jesucristo, con raíces angélicas. La vida en pureza de los castos se asemeja a la vida de los ángeles de Dios en los Cielos: “En la resurrección ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que serán como ángeles en el Cielo” (Mateo 22, 30).
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La virginidad es riqueza que no tiene fin, morada de Dios, habitación del Espíritu Santo, la piedra más preciosa, y victoria sobre el infierno y la muerte (San Atanasio el Grande).
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Las vírgenes son como presbíteras espirituales de Cristo (San Ignacio el Teóforo). Del mismo modo, tanto los castos como quienes viven en pureza son como sacerdotes y reyes —en misterio— del Señor (1 Pedro 2, 1-10) .
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La vida en castidad es como la vida de los ángeles, y en un cuerpo perecedero es memoria de la eterna inmortalidad (Beato Augustín).
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Quienes guardan la virginidad son mártires de nuestro Señor Jesucristo (San Ambrosio).
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La virginidad es una flor, una rosa de la Iglesia (San Cipriano).
(Traducido de: Protos. Nicodim Mândiţă, Patru feluri de vieţuire creştinească, Editura Agapis, Bucureşti, 2001, p. 39)