La influencia del bien
Hasta la más simple labor en el huerto del Señor deja huellas imborrables, aún después de que su humilde e insignificante autor muera, dejando una imagen moral que vive y vivirá, porque es una influencia activa y benéfica para muchos.
La influencia que nuestra vida y nuestra actividad terrenal pueden tener sobre quienes nos rocean, pueden prolongarse aún después de morir. Toda buena palabra pronunciada en este mundo, así como un buen pensamiento, una buena intención o una buena acción pueden tener, sin que nos demos cuenta, una reverberación y una influencia imprevisible e infinita. En este sentido, nuestras acciones “nos acompañan” y vienen tras nosotros. Todo lo que hagamos en Cristo y por Cristo, todo lo que le tenga a Él como fuente y objetivo, como la buena semilla que sembramos en un alma joven y los impulsos positivos que seguimos, nada de eso muere con nosotros. Los frutos espirituales germinados en la tierra fertilizada del corazón humano madurarán, sin duda, como crecen y maduran, año tras año, ante nuestros ojos, los frutos de la tierra. ¿Acaso la tierra, hallándose en constante renovación, no nos muestra en qué medida sus realidades pueden tener una influencia de provecho? Puede que aquel que sembró un frondoso árbol haya muerto hace ya muchos años, pero aún hoy los agobiados viajeros encuentran un remanso de frescura bajo su sombra.
Lo mismo ocurre con una vida consagrada a Dios, por modesta que sea. Hasta la más simple labor en el huerto del Señor deja huellas imborrables, aún después de que su humilde e insignificante autor muera, dejando una imagen moral que vive y vivirá, porque es una influencia activa y benéfica para muchos.
(Traducido de: Fiecare zi, un dar al lui Dumnezeu: 366 cuvinte de folos pentru toate zilele anului, Editura Sophia, p. 126)