Palabras de espiritualidad

La inseguridad que nos causa el aferrarnos a lo material

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

El dinero y las demás cosas materiales a las que el hombre se aferra le provocan una gran inseguridad, indiferentemente de su cantidad. 

Un día, queriendo alejarse de las cosas del mundo, un hombre fue a buscar a un stárets, y le dijo: “Quiero hacerme monje”.  El anciano le respondió: “Si ese es tu deseo, esto es lo que tienes que hacer: ve y deshazte de todo lo que te ata al mundo, y después regresa, para recluirte en tu celda”. Así lo hizo el hombre. Repartió todos sus bienes, pero se quedó con cien monedas. Después, fue a buscar al anciano. Al verlo llegar, este le dijo: “No puedes hacerte monje”. El hombre protestó: “¡Claro que sí, padre!”. Con un suspiro, el anciano le ordenó: “Entonces, vete a tu celda”. El hombre se dirigió a la celda que le señalaba el anciano y, después de entrar, cerró la puerta y se puso de rodillas para orar. Luego de unos instantes, empezó a pensar: “La puerta de esta celda es muy vieja. Creo que hace falta cambiarla”.  Así, se levantó y fue a decirle al stárets: “Padre, he estado pensando que la puerta de mi celda está muy vieja y que necesito cambiarla”. El anciano le respondió: “Está claro que no has renunciado a todas las cosas del mundo. Ve, déjalo todo, y solo después regresa a tu celda”. El hombre partió apresurado y repartió noventa monedas entre la gente que se encontró, y después volvió. “¡Ya está, padre!”, le anunció ufano al stárets. Entonces, el anciano lo envió nuevamente a su celda. Ahí, después de unos minutos de aparente tranquilidad, los pensamientos volvieron a azotar al hombre: “Todo aquí es muy viejo… Además, estamos en un lugar muy apartado y solitario. Si aparece un león, nadie podrá salvarme”. Agitado, se levantó y fue a buscar al anciano, a quien reveló sus pensamientos. Este le recomendó: “Lo que tienes que hacer es decirles a esos pensamientos: ‘Yo lo que espero es que todo eso suceda: que esa vetusta celda caiga sobre mí, o que venga el león y me coma, para poder ser libre lo antes posible’. Esto es lo que tienes que repetir cuando vengan esos pensamientos. Ahora, vete a tu celda y ora a Dios, procurando que nada más te asuste o te preocupe”. Solo así el hombre obtuvo la paz que había perdido. 

El dinero y las demás cosas materiales a las que el hombre se aferra le provocan una gran inseguridad, indiferentemente de su cantidad. Lo que hizo el anciano fue exhortar a aquel hombre a que renunciara al temor y la preocupación por las cosas exteriores, para poder alcanzar el temor de Dios, que llena el alma de una profunda paz, ante la tiranía de los pensamientos falsos.

(Traducido de: Everghetinosul, vol. 1-2, traducere de Ștefan Voronca, Editura Egumenița, Galați, 2009, p. 87)