¡Hermanos, qué terrible es entrar en juicio con el Altísimo! Realmente, Él es siempre justo, pero nosotros somos siempre culpables. Nuestra salvación es que Su misericordia es la fiel compañera de Su justicia. ¡De lo contrario, ay de nosotros! Si sobre este mundo tan pecador descendiera solamente la justicia divina, sin Su misericordia, hace mucho habría ocurrido el fin de la humanidad. “En mi ira te aplasté, en mi clemencia me he apiadado de ti” (Isaías 60, 10). Muchas veces esto ocurrió con los israaelitas. Nuestro pasado nos demuestra que esto también ha ocurrido varias veces con los serbios. Muchas veces el Señor nos ha golpeado con Su justa ira y se ha apiadado de nosotros con Su gran misericordia. Por eso es que hago esta recomendación: leamos la Biblia, para tener en el corazón la luz que nos ha de guiar en el oscuro camino de los destinos humanos.

Y esforcémonos en no provocar la ira de Dios. En verdad, Él es lento para enojarse y no paga cada sábado como el iracundo, pero cuando se enfada, arde a los hombres como el fuego a la paja.

(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Prin fereastra temniței, Editura Predania, 2009, p. 34)