La libertad del adolescente
El camino real (del medio) entre la libertad total y una protección exagerada debe ser buscado una y otra vez, con oración y mucha comprensión.
Constreñir a los jóvenes cuando ya casi son adultos es una solución barata; es más sencilla, pero menos eficiente que el entendimiento y la oración por ellos. Si el chico fue criado en el espíritu de Cristo, jamás necesitará coerción alguna.
La libertad no significa “haz lo que quieras”. No ayudamos a nuestros hijos dejándolos que vivan de una forma independiente de nosotros desde los trece años. Una cierta limitación de la libertad les da a los jóvenes una sensación de seguridad, especialmente si tienen confianza y respetan a sus padres. Los problemas aparecen cuando los padres son tan severos, que los hijos empiezan a engendrar resentimiento en contra de ellos. Lo que sucede entonces es que su corazón se enfría, en lo que respecta a su relación con sus padres, pero también frente a todo lo que estos representan, incluso frente a la Iglesia o ante nuestro Señor Jesucristo. El camino real (del medio) entre la libertad total y una protección exagerada debe ser buscado una y otra vez, con oración y mucha comprensión.
Incluso cuando nos vemos forzados a decir “no” a alguna de las peticiones del adolescente, tentemos que escucharlo con atención y demostrarle que estaríamos dispuestos a ceder, si no hubiera un obstáculo real. De lo contrario, los chicos dejarán de expresarnos sus verdaderos deseos y pensamientos. Es triste escuchar a un adolescente decir: “No me atrevería a decirle esto a mi madre…” o “Si le pidiera esto, mi papá estallaría de enojo”.
(Traducido de: Maica Magdalena de la Essex, Sfaturi pentru o educație ortodoxă a copiilor de azi, Editura Deisis, Sibiu, 2006, p. 104-105)