La lógica humana y el misterio de lo creado por Dios
Al final, la angustia (o la exaltación) sigue sacudiendo las almas, incluso las más obtusas: las sacude en la celda de una prisión, en el lecho de enfermedad, en el momento de morir o repentinamente, en cualquier calle de la ciudad.
Todos aquellos que, siendo científicos o personas comunes, se contentan con aceptar como respuesta a las grandes preguntas que se hace el hombre sobre su propósito en el mundo, sobre el universo y la vida, el sufrimiento y la injusticia, frases como: “el universo ha existido siempre y existirá para siempre”, “la vida es un fenómeno natural”, “el azar creó todo”, “el pensamiento es la forma superior de la conciencia humana”, etc., demuestran que son muy, muy poco exigentes. Semejantes respuestas son simples estereotipos y tienen su equivalente en: “¡Cuando hables conmigo, cierra la boca!”.
Pero, al contrario, no todo es tan natural y todo es digno de admiración y asombro. La evolución es, en todo caso, un misterio, un milagro. Las preguntas que se hace la conciencia son un misterio también. La naturaleza y sus implacables leyes también son un milagro. Desde todas partes, los enigmas nos rodean y se asientan a nuestro alrededor, ininterrupidamente y más persistentes que los rayos cósmicos. Y ni siquiera la indiferencia puede erigirse en un campo magnético que nos proteja de ellos, tal como el extenso campo magnético de la tierra amortigua de alguna manera el impacto de los mesones. Al final, la angustia (o la exaltación) sigue sacudiendo las almas, incluso las más obtusas: las sacude en la celda de una prisión, en el lecho de enfermedad, en el momento de morir o repentinamente, en cualquier calle de la ciudad.
(Traducido de: Nicolae Steinhardt, Jurnalul fericirii, Editura Mănăstirii Rohia, Rohia, 2005, p. 251)