La luz de Cristo nos ayuda a salir de la confusión del pecado
El pecado aturde espiritualmente al hombre. Y lo único que puede librarlo de esa confusión es la luz de Cristo.
El pecado aturde espiritualmente al hombre. Y lo único que puede librarlo de esa confusión es la luz de Cristo. El primer movimiento lo hace Él: “Venid a Mí los que estéis cansados…” (Mateo 11, 28). Luego, nosotros, los hombres, recibimos esa luz con nuestra buena disposición, misma que demostramos con nuestro amor al Señor, por medio de la oración y la participación en los sacramentos.
Para que el alma se arrepienta, antes debe espabilar. Aquí, en ese “despertar” del alma, el milagro de la contrición tiene lugar. Y aquí se halla también la intención del hombre. Sin embargo, ese “despertar” no depende solamente del hombre. Este no puede hacerlo solo. Dios interviene. Entonces desciende la Gracia Divina. Sin esta, el hombre no se puede arrepentir. El amor de Dios puede disponer algo —como una enfermedad— para llevar al hombre al arrepentimiento. Así, el arrepentimiento se alcanza por el poder de la Gracia. Damos un paso hacia Dios de forma sencilla y serena, y después quien actúa es la Gracia.
(Traducido de: Ne vorbeşte părintele Porfirie – Viaţa şi cuvintele, Traducere din limba greacă de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Egumeniţa, 2003, p. 290)