La luz de la oración es la luz de Cristo
“No te imaginas lo inmenso del don que Dios nos concedió, permitiéndonos hablarle a cada instante, sin importar qué estemos haciendo. Él nos escucha siempre”
La oración ilumina al hombre. Esto era lo que repetía el padre Porfirio, valiéndose del siguiente ejemplo: “En cierta parte de la casa hay un generador eléctrico, y en el interior de la estancia, un foco. Sin embargo, si no oprimimos el interruptor, seguiremos a oscuras. Lo que quiero decir con esto es que, tal como existe Cristo, existimos también nosotros. Pero, si no oprimimos el botón de la oración, nuestra alma no podrá ver la luz de Cristo y permanecerá en la oscuridad del demonio”.
A uno de sus hijos espirituales le dijo: “No te imaginas lo inmenso del don que Dios nos concedió, permitiéndonos hablarle a cada instante, sin importar qué estemos haciendo. Él nos escucha siempre. Este es el honor más grande que podríamos recibir. Por eso, tenemos que amar a Dios”.
(Traducido de: Presb. Dionisie Tatsis, Mireasma duhovnicească a părintelui Porfirie, Ed. Egumenița, 2012, p. 67)