La meditación constante sobre las Escrituras es la luz del alma
Esta meditación graba en el alma recuerdos de gran provecho, el impulso a evitar las pasiones, la experiencia del anhelo de Dios, junto con la pureza de la oración.
La mejor parte de la gracia de la fe consiste en la confirmación de la súplica hecha en la oración, por medio de la esperanza puesta en Dios. Pero la confirmación de la fe en Dios no fortalece necesariamente el testimonio, aunque es una buena madre de la fe, sino que es el alma —que contempla la verdad de Dios a través del poder de una vida espiritual— quien da testimonio. Cuando encuentres en las Santas Escrituras la fe unida a la experiencia de vida, no pongas la comprensión intelectual de la fe por encima del testimonio recto que nace de la vida vivida en Dios. Y es que la fe no puede ser entendida por quienes aún no han sido bautizados, ni por aquellos cuya mente está corrompida o torcida respecto de la verdad. Porque la confirmación de la fe se revela a aquellos que llevan una vida espiritual excelsa, tal como lo conocemos a partir del ejemplo de quienes cumplen los mandamientos del Señor.
La meditación constante sobre las Escrituras es la luz del alma. Esta meditación graba en el alma recuerdos de gran provecho, el impulso a evitar las pasiones, la experiencia del anhelo de Dios, junto con la pureza de la oración. Incluso presenta frente a nosotros el camino que va detrás de las huellas de los santos. Eso sí, no dudes de los versículos de nuestras oraciones, aunque no vayan acompañados de vigilancia y contrición constante, ya sea en la oración o en la lectura, en cualquier momento.
Acepta sin reservas las palabras nacidas de la experiencia, aunque quien las diga sea una persona sencilla o poco instruida. Porque los grandes erarios de los reyes de la tierra reciben con gusto la ganancia de una sola moneda dada por un mendigo, y de los pequeños arroyos se llenan los ríos, y su caudal se agranda y se enriquece.
(Traducido de: Sfântul Isaac Sirul, Cuvinte despre nevoință, Editura Bunavestire, Bacău, 1997, pp. 162-163)