La mente del hombre y la oración
Se dice que la oración es el aliento del alma. Y, al considerarla así, se ha establecido una conexión entre la respiración física y la respiración del alma.
Todas las cosas del hombre se originan en su pensamiento. Sus subidas y caídas tienen su inicio en su propia mente. Gracias a nuestros pensamientos ascendemos, y también por ellos caemos. Así, se puede decir que la clave para una vida superior, para una vida espiritual, reside en el orden que establecemos en nuestros pensamientos, y también en nuestro compromiso con la oración que no cesa o con la oración practicada con intensidad, repitiendo: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!”.
Se dice que la oración es el aliento del alma. Y, al considerarla así, se ha establecido una conexión entre la respiración física y la respiración del alma. Esta conexión también nos sugiere la idea de que alguien, para poder vivir, tiene que respirar, y para poder vivir espiritualmente, tiene que respirar espiritualmente: tiene que orar. Por tal razón, algunos téologos y hombres de Dios (desconozco quiénes y cuándo exactamente) buscaron la manera de vincular esta oración: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!”, con la respiración.
(Traducido de: Părintele Teofil Părăian, Lumini de gând, Editura Antim, Cluj, 1997, pp. 7-8)