La mesura que debe guiarnos en todo lo que hacemos
Para conservar la pureza del espíritu y del cuerpo no basta con refrenarnos a la hora de comer, sino que también debemos “cultivar las demás virtudes del alma: la humildad, la caridad, la mansedumbre, etc”.
Según San Juan Casiano, la virtud de la templanza no consiste solamente en el equilibrio a la hora del comer, cuando nos servimos nuestros alimentos, sino, especialmente, en una “templanza espiritual”, que es un estado de pureza del alma, al cual se llega con la abstinencia del pecado. Así, para conservar la pureza del espíritu y del cuerpo no basta con refrenarnos a la hora de comer, sino que también debemos “cultivar las demás virtudes del alma: la humildad, la caridad, la mansedumbre, etc”. Y es que, cultivando las virtudes, volvemos nuestra atención, de las cosas de este mundo, a Dios, Quien es el centro alrededor del cual gravitamos y vivimos.
La práctica de la templanza le ofrece al cristiano el desapego de las cosas efímeras del mundo, para encender en el corazón el anhelo de lo divino. Apartando tu mente y tu corazón de las cosas del mundo, te acercas mucho más a Dios.
(Traducido de: Sfântul Ioan Casian, Virtutea înfrânării ‒ tămăduitoare a lăcomiei pântecelui, Editura Trinitas, Iași, 2003, p. 7)