Palabras de espiritualidad

La misericordia como expresión del amor al prójimo

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Hagámonos dignos de tal bendición, volvámonos sabios, seamos buenos. Que nuestra misericordia no se interrumpa ni siquiera al caer el ocaso.

“Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcazarán misericordia” (Mateo 5, 7). La misericordia no aparece en la última de las bienaventuranzas. Y: “Dichoso el que se preocupa del débil y del pobre” (Salmos 40, 1). Además: “Dichoso el que se compadece y da prestado, y arregla sus asuntos con justicia” (Salmos 111, 5). También: “En todo tiempo se compadece y da prestado, sus hijos son una bendición” (Salmos 36, 26).

Hagámonos dignos de tal bendición, volvámonos sabios, seamos buenos. Que nuestra misericordia no se interrumpa ni siquiera al caer el ocaso. No digamos: “Vuelve otra vez; mañana te daré” (Proverbios 3, 28), no sea que algo se interponga entre nuestra buena intención y su puesta en práctica. Solamente esto, es decir, el amor al prójimo, es algo que no permite dilaciones: “Compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne” (Isaías 58, 7), y esto, con todo el fervor de nuestra alma. “El que hace obras de misericordia, que las haga con alegría” (Romanos 12, 8), y el bien que hagamos será doble, precisamente por esa buena disposición nuestra al realizarlo. Y es que el bien hecho a la fuerza o con pesar, carece de la Gracia de Dios y no tiene provecho, porque el bien hay que hacerlo con gozo, no con los ojos llenos de lágrimas.

(Traducido de: Sfântul Grigorie TeologulDespre iubirea de săraci, editura Arhiepiscopiei Sucevei și Rădăuților, Suceava 2006, p. 42)