Palabras de espiritualidad

La necesidad de practicar la austeridad con las cosas del cuerpo

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Actualmente, los hombres crucifican su cuerpo, pero no junto con sus pasiones y apetitos, sino por medio de sus pasiones y apetitos.

“Los que son de Cristo, han crucificado su cuerpo junto con sus pasiones y apetitos”. Actualmente, este orden se ha invertido: los hombres crucifican su cuerpo, pero no junto con sus pasiones y apetitos, sino por medio de sus pasiones y apetitos. ¡Cómo flagelan su cuerpo, hoy en día, con la embriaguez, el desenfreno, los bailes y las fiestas! Ni el más cruel de los caporales castiga tan severamente a la ternera más ociosa...

Si le diéramos una completa libertad a nuestro cuerpo, lo primero que haría sería alzarse en contra de su señor y soberano, el alma, por el hecho de que esta se entromete anómalamente en sus asuntos, llenándolo de pasiones que le son ajenas y que lo atormentan de forma muy atroz. De hecho, las necesidades de nuestro cuerpo son simples e inocentes. Veamos a los animales: no comen hasta saciarse, no duermen exageradamente, y, habiendo satisfecho sus necesidades físicas en el tiempo propicio para ello, se quedan en paz por un largo período. Solamente el alma, olvidando sus excelsos propósitos, se ha creado, desde las sencillas necesidades del cuerpo, un cúmulo de inclinaciones que nada tienen que ver con su esencia, y que, al ser practicadas sin medida, se vuelven aberrantes aun para el cuerpo. No obstante, para arrancar del alma las pasiones carnales que se han anidado en eu interior, el cuerpo tiene que ser crucificado, pero de otra manera. ¿Cómo? Negándosele la libertad y también lo que pide por necesidad, o satisfaciendo sus necesidades en una medida considerablemente inferior a lo que requiere su naturaleza.

(Traducido de: Sfântul Teofan ZăvorâtulTâlcuiri din Sfânta Scriptură pentru fiecare zi din an, Editura Sophia, București, p. 34)