La necesidad de ser disciplinados
Inmediatamente, el capitán dirigió la nave contra las olas; de lo contrario, podríamos nafragar. Uno de los pasajeros empezó a gritar: “¿Qué hace, capitán? ¿Quiere matarnos? ¡Nos vamos a hundir!”.
Padre ¿es posible enfrentar las dificultades, si uno no está acostumbrado a mantener un cierto régimen de disciplina?
—Cuando, por ejemplo, se desata un incendio, quienes se ocupan en extinguirlo no se ponen a hacer, cada uno, lo primero que les pasa por la cabeza. Todos esperan a que se les ordene cómo proceder. El responsable observa la situación, y solo después empieza a dar instrucciones a los demás. De lo contrario, todos podrían entrar en pánico y, en vez de extinguir el fuego, podrían terminar avivándolo.
Una vez, cuando volvía (en barco) al Santo Monte Athos, justo entre el Monasterio Vatopedi y el Monasterio Pantocrátor, empezó a soplar un aire helado. En pocos minutos, se desencadenó una tormenta muy fuerte. Inmediatamente, el capitán dirigió la nave contra las olas; de lo contrario, podríamos nafragar. Uno de los pasajeros, originario de Ierissos (una localidad próxima al Santo Monte), un miedoso que no sabía nada del mar ni de barcos —se dedicaba a la crianza de mulas—, empezó a gritar: “¿Qué hace, capitán? ¿Quiere matarnos? ¡Nos vamos a hundir!”. Asustados, otros pasajeros se levantaron y se abalanzaron contra el capitán. “¡Déjenme!”, gritó el pobre, “¡yo sé lo que hago!”. Afortunadamente, uno de los pasajeros era marinero, y tranquilizó a los demás, diciéndoles: “¡Dejen trabajar al capitán! ¡Él sabe lo que hace! ¡Lo que está haciendo es tratar de cortar las olas!”. Si aquel hombre no hubiera salido en defensa del capitán, seguramente habríamos naufragado.
Como puedes ver, un solo hombre, presa del pánico, infundió a todos los demás sus propios miedos, y por poco nos hundimos. Para esos casos siempre hay un segundo timonel, quien asume el control de la nave cuando hace falta.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești, vol.2: Trezvie duhovnicească, traducere de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, Ed. a 2-a, Editura Evanghelismos, București, 2011, pp. 240-241)