La necesidad de ser honestos, en primer lugar, ante nuestra propia conciencia
Los actos de Dios están fuera del tiempo. Cuando participamos de ellos, cuando Él viene a nosotros, comulgamos con Él y estamos con Él.
Necesitamos ser honestos, pero no para recibir el don que se da sin condiciones y sin merecimientos, ¡sino para no olvidar que lo hemos recibido! Esa alegría es un acto de recibir conscientemente en el Señor, es saber que Él Mismo se nos está participando. Los actos de Dios están fuera del tiempo. Cuando participamos de ellos, cuando Él viene a nosotros, comulgamos con Él y estamos con Él. Cuando dejamos de sentir esto, estamos allí en el tiempo y vivimos la “huella del pensamiento”, pero profundamente estamos allí.
¡Ser honesto significa no olvidar esto! No nos permitamos seguir confundiendo la existencia con la esencia. No aceptemos ese “¿Será…?” maligno, que conquistó a Eva en el Paraíso. Viviendo en el tiempo con el recuerdo presente del Ecuentro en ese “Allí”, podremos mantener nuestra mente en el infierno existencial y, con todo, no perder la esperanza. Sin honestidad, nos podemos permitir “descansar” en una caída que, de hecho, no es más que pura negligencia.
(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Gânduri din încredințare, Editura Doxologia, Iași, 2012, p. 41)