Palabras de espiritualidad

La omnisciencia de Dios

  • Foto: Magda Buftea

    Foto: Magda Buftea

Translation and adaptation:

Por eso es que Dios castiga a algunos malvados, no a todos, y honra a algunos justos, pero no a todos.

Alguien dirá: “Miren a ese hombre, el opulento: es un injusto, un opresor, uno que roba, que cada día les quita a los pobres lo que es suyo... pero jamás lo hemos visto sufrir aflicción alguna. Sin embargo, aquel otro, que vive con templanza, con equilibrio, con generosidad, adornado con las flores de todas las virtudes, tiene que soportar la mayor de las pobrezas, las peores enfermedades y toda clase de aflicciones”.

¿Esto les escandaliza? Entonces, si ven a uno de esos que cometen injusticias siendo castigado, y a otro lleno de virtudes, gozándose de toda clase de bienes materiales, ¿por qué no voltean sus argumentos y no le dan la razón al Señor? Porque, precisamente esto es lo que parece que les escandaliza más. Si el Señor nos recompensara aquí en la tierra, castigando a los malvados y honrando a los buenos, el Día del Juicio sería en vano. Si, al contrario, no castigara a los pecadores y no honrara a los justos, los malos llegarían a ser aún más malos, los blasfemos serían aún más blasfemos, y todos dirían que el mundo se ha vuelto loco. Así pues, si ahora, cuando los malvados son castigados algunas veces, y los buenos recompensados algunas veces, ¿qué podríamos decir si nada de esto tuviera lugar? ¿Qué no diríamos? Por eso es que Dios castiga a algunos malvados, no a todos, y honra a algunos justos, pero no a todos. Él no castiga a todos los pecadores, para darnos la certeza de la resurrección.

A unos los castiga, para sensibilizarnos, para hacer espabilar a los indiferentes. Del mismo modo, Él honra a algunos buenos, para atraer, con la dulzura de esa honra, a otros al amor por la virtud. Pero no los honra a todos, para que entendamos que habrá un momento en el que recompensará a todos. Si todos fueran recompensados en este mundo, según sus virtudes, difícilmente volveríamos a creer en la resurrección. Y si nadie fuera retribuido por sus virtudes, la mayoría se volvería aún más indiferente. He aquí por qué Dios castiga a unos y a otros no. De esta forma Él también beneficia a quienes castiga, lavando la maldad de unos y haciendo que otros se vuelvan más juiciosos, al ver el castigo de aquellos…

(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Cuvinte alese, Editura Reîntregirea, p. 5-6)