Palabras de espiritualidad

La “Oración de Jesús”, inseparable de la contrición

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Los padres espirituales de todos los tiempos quedaron maravillados por la grandeza de este don que se nos ofrece aún en este oprobioso mundo.

Es posible hablar sobre la “Oración de Jesús”, utilizando palabras de la Santa Escritura y de los textos de los Santos Padres. Sabemos que esta oración es fuego que aniquila y una luz para nuestra mente, que la hace capaz de entender y ver desde lejos lo que ocurre en nuestro interior. Así, perfectamente pueden aplicársele las siguientes palabras de la Carta a los Hebreos: “Ciertamente, es viva la Palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón. No hay para ella criatura invisible: todo está desnudo y patente a los ojos de Aquel a Quien hemos de dar cuenta”. La práctica de esta oración nos lleva a descubrir un sinfín de poderes que moran en el universo; provoca, además, una lucha feroz en contra nuestra por parte de esas fuerzas cósmicas, o mejor dicho, por parte de los “dominadores de este mundo tenebroso y los Espíritus del Mal que están en las alturas”. Sin embargo, es posible vencer, si experimentamos una contrición que llegue al odio de sí mismo. La naturaleza de esta lucha es descrita en el Apocalipsis de San Juan: “Ellos lo vencieron gracias a la sangre del Cordero y a la palabra de testimonio que dieron, porque despreciaron su vida ante la muerte.”

Acompañada de un arrepentimiento ferviente, esta oración lleva el espíritu del hombre a esferas situadas lejos de los límites de las enseñanzas de este mundo. Y, ¡terrible cosa!, esta oración nos desciende a lo profundo de la oscuridad que hay en nuestro interior, para después unirnos con el Espíritu Santo y otorgarnos, ya desde esta vida terrenal, la eternidad. Los padres espirituales de todos los tiempos quedaron maravillados por la grandeza de este don que se nos ofrece aún en este oprobioso mundo.

¡Señor Jesucristo, Único y Verdadero Salvador, sálvanos a nosotros y a Tu mundo!

(Traducido de: Arhimandritului Sofronie, Sa vie est la mienne, Éditions du Cerf, 1981)