La oración es el arte supremo
Si no nos soltamos de Su manto, el auxilio vendrá. Es vital vivir en oración, para entorpecer la destructiva y persistente influencia del mundo exterior.
La oración es una creación infinita, es el arte supremo. Con frecuencia sentimos un poderoso vendaval hacia Dios, seguido de una caída desde Su luz. Una y otra vez nos damos cuenta de la incapacidad de nuestra mente para alzarse a Él. Hay momentos en los que sentimos llegar a la misma locura. “Nos diste el mandato de amar, pero no tengo en mí la capacidad de amar, Ven y obra en mí todo lo que nos mandaste hacer, porque Tus mandamientos superan mis fuerzas. Mi mente es demasiado débil para entenderte a Ti. Mi espíritu no puede ver los misterios de Tu voluntad. Mis días pasan en una infinita dispersión, Me atormenta el temor de perderte, debido a los malos pensamientos que llenan mi corazón”. A veces, nuestra oración parece debilitarse. Es entonces cuando clamamos: “¡Señor, ayúdame, apresúrate!” (Salmos 69, 1). Pero, si no nos soltamos de Su manto, el auxilio vendrá. Es vital vivir en oración, para entorpecer la destructiva y persistente influencia del mundo exterior.
De esta forma, la oración no demorará en revivir en nosotros el hálito divino que Dios sopló sobre Adán, en virtud del cual éste “se hizo un alma viva” (Génesis 2, 7). Entonces, nuestra mente renacida se asombrará del altísimo misterio del ser, y nuestros corazones se volverán el eco de las loas del salmista ante las maravillas del Señor. Entenderemos, entonces, el sentido de las palabras de Cristo: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.” (Juan 10, 10).
(Traducido de: Arhim. Sofronie Saharov, Rugăciunea, experiența Vieții Veșnice, Editura Deisis, p. 74-75)