La oración que le agrada al Señor
La tristeza y las tribulaciones les han enseñado a muchos a orar.
Si nuestra oración es agradable al Señor, el Espíritu de Dios da testimonio de esto en nuestra alma. Él es amoroso y sosegado... pero antes no sabía si mi amor era aceptado o no por el Señor, ni cómo darme cuenta de ello.
La tristeza y las tribulaciones les han enseñado a muchos a orar.
Un día, a la bodega del monasterio vino un soldado, quien estaba por partir hacia Tesalónica. Hablando con él, sentí un gran afecto por su alma. Así, le dije: “¡Pídele al Señor que tus tristezas sean pocas!”.
Pero él me respondió. “Sé cómo debo orar. Lo aprendí en la guerra, cuando me hallaba en el frente de batalla. En aquellos días le pedí fervientemente al Señor que me mantuviera con vida. A mi alrededor llovían las balas y las cargas de obús… pocos fueron los que sobrevivieron. Participé en una gran cantidad de combates, y el Señor siempre me protegió”. Mientras hablaba, me enseñó cómo era que oraba y entendí con claridad que lo hacía profundamente compenetrado con el Señor.
(Traducido de: Cuviosul Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii și iadul smereniei, Editura Deisis, Sibiu, 2000, p.62)