Orar con perseverancia es orar con el corazón. Es desde cl corazón que tenemos que hablarle al Señor. Él no espera de nosotros palabras rebuscadas, filosóficas. A Él tenemos que hablarle con el corazón, como a nuestros propios padres: “Ayuda a todas las almas y no te olvides de mí también, Señor. Haz que todos tengan paz y que te amen, tal como te aman los ángeles, Y concédenos que podamos amarte, tal como te aman la Santísima Virgen María, los ángeles y todos Tus santos. ¡Concédeme a mí también la capacidad de amarte con todas mis fuerzas!”. Porque no hay fuerza que pueda oponerse al amor. El amor es una fuerza invencible, porque Dios Mismo es Amor.

(Traducido de: Starețul Tadei de la Mănăstirea Vitovnița, Pace și bucurie în Duhul Sfânt, Editura Predania, București, 2010, p. 16)