La oración y el amor de Dios
Lleno de júbilo, el corazón le agradece a Dios; el amor, que hasta entonces parecía perfecto, ahora se eleva cualitativamente.
Nosotros, ante todo y por sobre todo, amamos a Cristo. Mientras más amamos, más sufrimos cuando la armonía es quebrantada.
Aún teniendo una vasta experiencia y un gran conocimiento del mecanismo de tal clase de pruebas, siempre descubrimos en nosotros mismos, no sin miedo, la posibilidad de nuevas caídas. De ahí la oración con lágrimas, brotada desde lo profundo del corazón hacia Dios: “¡Sáname hasta el final!”. Y Él sana. Así, lleno de júbilo, el corazón le agradece a Dios; el amor, que hasta entonces parecía perfecto, ahora se eleva cualitativamente.
(Traducido de: Arhimandritul Sofronie, Despre rugăciune, Editura Publistar, București, 2002, p. 17)